Pinche güero

Estaba yo en las afueras del Centro Cultural San Ángel, sin un solo peso en los bolsillos. Estaba ahí porque esperaba a alguien que me pagaría por un trabajo de audio. Llegué algo temprano, así que me puse a leer un rato. Si mal no recuerdo, esto pasó hace ya tiempo, leía algo de Bukowski.

El tiempo pasaba y el fulano aquel no llegaba con mi dinero. Y no era viable la opción de volver hacia mi casa, porque, como dije, ya no traía ni para el pasaje del micro.

Se acercaron un par de niños, se veían como de 8 y 6 años. Eran morenos y flacos. Venían como jugando, al parecer eran hermanitos. El mayor cargaba una bolsa llena de barras de amaranto y palanquetas, mismas que me ofreció a tres pesos una o dos por cinco. Sí se me antojaron esos dulces, más porque ya llevaba bastantes horas sin comer ni un taco. Así que, cuando los niños me ofrecieron esos dulces, pues me pareció buena idea comprarles unos. Solo que, como ya les dije, no traía ni un peso. Con una expresión de culpa en el rostro les dije que no, que gracias.

Mientras se alejaron, hablando en otro idioma, volví a mi lectura. Antes de volver a sumergirme en las letras, alcancé a escuchar la voz del niño más pequeño. Simplemente dijo "pinche güero".

¿Qué pedo? Me dijo pinche güero.* Nomás porque no le compré unas palanquetas. Ah, claro, y porque soy de piel blanca. Pero pues es no tiene nada de bueno ni de malo. No tiene nada qué ver que sea blanco con que no le comprara una barra de amaranto.

Hubiera preferido que me dijera "pinche jodido" o algo así.


*Han de saber que no me gusta que me digan güero, güerito, ni nada por el estilo.

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