Cómo trabajar con parentesco y perspectiva de género y no fallar en el intento

El presente texto pretende exponer y comentar el artículo de María Eugenia D’Aubeterre Buznego titulado "Género, parentesco y redes migratorias femeninas".* A grandes rasgos, el artículo de D’Aubeterre Buznego articula de manera por demás efectiva las relaciones de parentesco y el género para analizar y explicar un caso migratorio de una comunidad poblana, San Miguel Acuexcomac.

El problema social al que se enfrenta la investigadora es la migración hacia los Estados Unidos y, en específico, la que realizan las mujeres. Explica que
el perfil sociodemográfico de los migrantes sufrió transformaciones drásticas en la década de los noventa [del siglo XX]: mujeres casadas o amancebadas, solteras, adolescentes y niños de todas las edades nacidos en ambos lados de la frontera, se incorporan a este circuito transitado en sus inicios, allá a finales de los años setenta, exclusivamente por hombres en las etapas centrales de vida.1
Se encuentra pues, ante la necesidad de explicar de qué modo se han integrado diferentes sectores de la población a este circuito migratorio. Por un lado, la migración masculina se da de manera lineal, es decir, directamente de San Miguel a los destinos estadounidenses. En cambio las mujeres suelen trazar caminos sinuosos, pasando antes por la capital poblana o el Distrito Federal.

Sin embargo, este modelo escalonado de migración no basta para explicar la movilidad transnacional femenina pues resulta que los destinos de las mujeres que cruzan la frontera es normalmente la residencia de una hermana mayor a la que tienen que auxiliar en las labores domésticas. Otro destino puede ser el domicilio común de su padre y hermanos en el país vecino del norte.

Esta migración femenina no es indiferenciada. Se da preferencia a las hermanas o hijas de los residentes en los Estados Unidos y solo en caso de que no haya disponibilidad de estas mujeres se opta por la migración de cuñadas.

Esto se explica por medio del parentesco y a partir de dos premisas. Una de ellas es la idea de la consustanciación. Es decir, que dos hermanas por ser mujeres e hijas de la misma madre poseen un común denominador que las hace ser equivalentes o intercambiables, tanto entre ellas mismas como con su propia madre. De esta manera cuando una mujer se va a los Estados Unidos y comparte residencia con su padre y hermanos, cumple con las funciones de asistencia que por la tradicional división sexual del trabajo le correspondería a su madre.

La otra premisa es el don y contradón. Aunque la autora no lo maneja de esta manera. Cuando una mujer, hermana mayor, se establece en los Estados Unidos para trabajar, envía remesas a sus familiares en San Miguel Acuexcomac, con lo que ayuda económicamente en el sustento de su hogar y también con el desarrollo de sus hermanas menores. Al crecer estas hermanas menores tienen una especie de deuda con su hermana mayor, así que una manera de pagar es cruzando la frontera para ayudar con la crianza de los hijos de la hermana mayor. Un hermano menor no podría realizar esta tarea ya que no comparte la consustanciación con su hermana mayor por el hecho de ser varón.

De este modo, las redes que tejen las mujeres en sus rutas migratorias están permeadas por su condición de género y su lugar en el sistema de parentesco, de modo que no cualquier mujer podría migrar a cualquier hogar migueleño en los Estados Unidos.

La manera en que María Eugenia D’Aubeterre Buznego trata el asunto de la migración femenina por medio del parentesco y el género me parece por demás adecuada ya que logra explicar exitosamente el fenómeno que se propone.


* Publicado en Alteridades, Año 12, Número 24, UAM, 2002, pp. 51-60
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