Moana: Un mar de aventuras

Antes del fin de año fuimos a ver Moana: Un mar de aventuras. Los adelantos lucían prometedores y, la neta, me gusta ver las películas creadas para público infantil.

Moana es la hija del jefe de la isla Motunui, en la Polinesia y, como ella recalca varias veces, no es una princesa. Ante la inminente destrucción de la vida en su isla y en las vecinas debido al avance de la oscuridad, se embarca hacia el mar abierto, lo que su padre le tiene prohibido, en busca de una mítica isla, la Isla madre, la dadora de vida, para restablecer el orden del mundo y salvar a todo mundo, su pueblo y las islas aledañas. Para alcanzar su objetivo debe encontrar a un semidiós y convencerlo de ayudarla.

El carácter de Moana me gusta. Es decidida, valiente y hasta ruda. Su abuela es la onda, tras una máscara de locura y desvaríos seniles esconde a una mujer sabia y conocedora de la historia de su pueblo. Y lo más chido es que apoya e incita a su nieta a avanzar sin miedos. Creo que me recordó un poco a la Abuela Sauce de Pocahontas. Maui es el semidiós del que les hablaba antes, su personaje me gustó, sobre todo por sus tatuajes y su humanidad.

Ahora bien, la historia es muy buena, pero creo que no está muy bien contada. Disney nos contó que una diosa se puso histérica porque le robaron su corazón y a partir de ese acto se dedicó a destruir y matar todo alrededor. Y, para calmarla, había que regresarle lo robado. O sea, que las féminas son dadoras de vida, pero se pueden ponen locas e irracionales. Ya después de pensarle un poquito, creo que se pudo contar de otro modo. Decir que la vida y la muerte son caras de la misma moneda y que, como en el famoso adagio de los dos lobos, prosperará la que sea alimentada. Que se trata de una dualidad inseparable como el día y la noche, el ying y el yang, etcétera.

En fin, con todo y que tiene momentos emocionantes, Moana no se convirtió en una de mis películas animadas favoritas, es buena, pero no excepcional. Véanla, como dije, tiene ratos agradables.

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